Si pudiéramos resumir lo que nos dejó el 2020, Mike Tyson dio en el clavo con su célebre frase “Everyone has a plan until they get punched in the face”. Sin duda la pandemia causó cambios estructurales en la forma de trabajar que impactaron de forma transversal a todas las industrias incluido el mercado de los servicios legales.
El declive del modelo de facturación por horas, la cultura de presencialismo y la irrupción de modelos como el “Delta Lawyer”, han sacudido los cimientos de un mercado conservador y adverso al cambio que ha sufrido un aterrizaje forzoso en el mundo de la innovación.
Mucho se ha hablado de legaltech y el empuje de los procesos de digitalización de los equipos legales, sin embargo, poco se ha dicho sobre la “dimensión humana de la innovación” donde nos encontramos con disciplinas propias del mundo de los negocios como la gestión de proyectos legales o Legal Project Management (LPM), un terreno poco explorado por los profesionales del Derecho.
Como referencia histórica sólo diremos que el LPM comenzó a permear en el mercado legal durante la crisis económica de 2008, donde los clientes necesitaban un mayor control sobre los precios e inmediatez de respuesta de sus abogados. Según Anna Marra, Legal Project Management Global Advisory Council (LPMGAC) del International Institute of Legal Project Management, “es un cuerpo de conocimientos, técnicas, herramientas y habilidades propias del project management y adaptadas al entorno jurídico”[1]
Imaginemos que necesitamos gestionar un megaproyecto de construcción en el que interactúan diversas áreas de un cliente, varios contratistas y supervisores, que tiene además una fecha inamovible de entrega de distintas edificaciones en distintos lugares. Veamos un caso real: en el 2019, el gobierno peruano creó un régimen legal especial que permitió la instalación de un PMO (Project management office), algo nunca antes visto en la ejecución de obras públicas en Perú, que desempeñó exitosamente el rol de coordinar con los cientos de contratistas el reforzamiento y construcción de la infraestructura deportiva en el país para la celebración de los Juegos Panamericanos y Parapanamericanos en Perú. La intervención del PMO resultó clave para el cumplimiento de los plazos y el evento fue todo un éxito.
Ahora cambiemos el término “construcción” por el de “servicios” ¿Suena conocido? ¡Claro que sí! Los abogados conocen el desafío que implica gestionar los servicios legales prestados por una gerencia legal a otra área de la organización (cliente interno) o por parte de una firma de abogados a una organización o persona natural (cliente externo). ¿Cómo lograrlo? La respuesta está en el LPM.
Si bien el uso de LPM está bastante desarrollado en jurisdicciones como Estados Unidos y el norte de Europa, España y Latinoamérica no se quedan atrás. De la mano del NewLaw y ALSPs que han irrumpido con modelos de innovación disruptivos como Alster, el uso del LPM para gestionar todos sus asuntos aporta un invaluable valor no sólo de cara al usuario final, sino que a todo el equipo a cargo de un determinado proyecto.
Distintos sabores para diversos paladares ¿Waterfall PM, Lean Six Sigma o Kanban?
No hace falta casarse con sólo una de estas fórmulas, todas aportan ventajas dependiendo de la fisonomía del asunto a tratar:
- El enfoque tradicional de PMBOK o “waterfall” se adapta mejor a asuntos complejos y de larga data con un gran número de tareas; consiste en definir los objetivos, alcance, la planificación, ejecución, monitorización del avance y revisión.
- Lean Six Sigma trae como consigna reducir costos y eliminar todo aquello que no agrega valor al usuario. Ejemplos son estrategias de reducción del tiempo de respuesta y de excesiva burocracia interna.
- Kanban es el método que mejor funciona, debido a su aparente simpleza y componente visual. Muy útil para una planificación diaria o semanal de tareas, tanto en su variante “upstream” como “downstream”.
El método y herramienta idónea dependerá del objetivo (mejorar los plazos, mejorar la rentabilidad, crear nuevos productos legales; mejorar las ventas; etc.). El LPM permite incorporar herramientas de gestión a los abogados para tomar decisiones con una mirada integral del objetivo en curso y una visión estratégica a largo plazo.
Con relación a los abogados se suele decir que “es mejor un mal acuerdo que un buen juicio” pero ¿Qué tal si reformulamos esa frase y decimos “cualquier planificación es preferible al mejor de los acuerdos”? Investigar, planificar, establecer plazos y costos y, posteriormente, gestionar los eventos que se presentan durante la ejecución de un proyecto son habilidades que el LPM inserta al mundo legal. En ese sentido, el principal atributo del LPM es que aporta metodología a los abogados para potenciar sus habilidades gerenciales, lo cual es un elemento diferenciador pues es la herramienta clave para convertir las ideas en realidades.
Por esta razón, vemos con entusiasmo y expectación como durante estos últimos meses ha crecido el interés tanto de los estudiantes de derecho y abogados latinoamericanos por aprender más sobre este cambio de paradigma que es el LPM. Bajo el paraguas de las Legal Operations, que de acuerdo al CLOC (Corporate Legal Operations Consortium) y tal como lo indica Eugenia Navarro en su artículo ¿Qué son las Legal Operations? de junio del año pasado para Expansión: “El Project management es una cultura de trabajo basada en la planificación, ayuda a encontrar indicadores de mejora, a medir tiempos y a establecer los mejores equipos para cada caso”[2].
LPM ha llegado para quedarse, ¿Qué esperas para ponerlo en práctica? En Alster te acompañamos en este camino hacia la mejora continua de tu negocio o gerencia legal.
Si necesitas mayor información sobre LPM y como aplicarlo en tu compañía, contáctanos.
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[1] https://www.annamarra.es/lpm
[2] https://www.expansion.com/blogs/navarro/2020/06/16/que-son-las-legal-operations.html